El elogio del apego

Sobre el desapego se dicen unas cosas re bonitas en el internet. Que mejora nuestras relaciones, que nos acerca a los estados más elevados de nuestro autoconocimiento y bienestar espiritual, que es indispensable para la salud emocional; que Buda no arrancaba flores no porque con tremenda barriga le resultara difícil agacharse, sino porque el tipo prefería amarlas en libertad, y todo así por el estilo. En esencia, condena el interés por poseer las cosas (o a las personas, mediante vínculos horribles como la pareja), y promueve renunciar a la terrible ansiedad que nos provocan las expectativas, poniendo nuestro interés y atención en el presente. Porque todos sabemos que la felicidad es el único estado loable del ser humano, y porque la vida es demasiado corta como para dejar que el autobús del nirvana se nos vaya.

Objetos y obituarios

«El espíritu cree naturalmente y la voluntad naturalmente ama, de modo que, a falta de objetos verdaderos, es preciso apegarse a los falsos».

—Blaise Pascal

«El sistema de los objetos» de Jean Baudrillard fue el primer (y durante mucho tiempo el único) libro de diseño que tuve. De hecho, aunque no es un libro sobre Diseño sino sobre semiótica y filosofía, era un libro, en el sentido formal del término. Lo otro que tuve fueron fotocopias o cuadernillos que editaba la misma Universidad (las publicaciones de Gustavo Gili impresas en España eran inconseguibles, y las que no, impagables). Como el título sugiere, es un profundo ensayo taxonómico sobre la categoría de objeto: sus funcionalidades, los sistemas tecnológicos y culturales que los envuelven, y sus mecanismos de apropiación. De objetos como los gadgets, que escapan a las clasificaciones funcionales, y hasta de los no-objetos, porque a la filosofía le encantan los maniqueísmos. El problema es que con todo y su extensión, nunca explica en dónde se acomodan las cosas que te dejan las personas que se marchan.